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Hedy Lamarr

A menudo imaginamos internet como un ente etéreo e intangible; no obstante, la digitalidad se sostiene sobre infraestructura material, como el cableado submarino que conecta a los distintos continentes con centros de datos. Quizá parte del imaginario inmaterial sobre las tecnologías digitales instrumentaliza a la conexión inalámbrica con la que trabajan el GPS, el WiFi y el Bluetooth, cuya existencia no sería posible sin la investigación e invención de Hedwig Eva Maria Kiesler. 

Nacida a principios de la Primera Guerra Mundial, en una familia burguesa de Viena, Hedwig osciló entre su vida artística y su interés por la tecnología. Tras pausar sus estudios en ingeniería, fue una actriz ampliamente reconocida en Europa, cuyos logros, debido al sexismo, se reducen a su papel protagónico en la película Éxtasis, el primer filme que mostró un orgasmo femenino en cámara. 

Fue presionada por sus padres para casarse con Fritz Mandl, quien era cómplice de la economía de guerra fascista por medio de la industria armamentística. Cansada del matrimonio que la obligó a pausar su vida de actriz, Hedwig retomó su curiosidad por las telecomunicaciones y, en 1937, huyó hacia EE. UU. Tras su proceso de migración no sólo geográfica sino también identitaria —cambió su nombre a Hedy Lamarr, por el que ahora es más conocida—, pudo navegar entre su carrera artística y sus saberes técnicos. En medio de la Segunda Guerra Mundial, con el fin de crear un sistema de control de torpedos difícil de interceptar y bloquear por la armada alemana, Hedy, inspirada en el funcionamiento de los pianos y respaldada por su conocimiento sobre las debilidades de las telecomunicaciones del bloque del Eje, co-inventó junto al músico George Antheil el espectro ensanchado por salto de frecuencia. 

El Santo de Frecuencias fue utilizado hasta 1962 en la Crisis de los Misiles y, décadas después, fue retomado para la creación de las conexiones inalámbricas. Fue hasta los años noventa que a Hedy se le reconoció como inventora. De nuevo, la lógica militar del Estado invisibilizó el trabajo de las mujeres. Frente a la aparente inmaterialidad de las tecnologías digitales, es necesario construir infraestructuras que no nieguen ni descorporalicen la labor de las mujeres creadoras, cuyos intereses y pasiones pueden oscilar entre ámbitos que la modernidad patriarcal ha designado como mutuamente excluyentes.  

 

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